Josefina Gómez Mendoza

La Asociación de Geografía Española ha tomado la iniciativa de reunir comentarios geográficos sobre la crisis COVID-19 con buen criterio, a mi parecer, porque los aspectos geográficos de la pandemia, que son muchos [1]. Me incorporo a la iniciativa con algunas reflexiones al hilo de lecturas obsesivas de prensa y revistas sobre la sucesión de acontecimientos, reflexiones de ese confinamiento, que es de todos.  y a la vez personalísimo, Vicens Vives decía que, en el imaginario, siempre tendíamos a admirar más a los nómadas que a los sedentarios, y que eso era puro romanticismo nomadista. Ahora todos somos sedentarios por obligación.

Llegará el día en que podamos estudiar y comparar en qué “territorios”, en qué espacios de vida hemos estado confinados. Deben de ser tan distintos en radicación, en metros cuadrados, en luz y en ventilación, en soledades o personas que los comparten: antropologías de las reclusiones, de las cuarentenas, podremos escribir algún día. Como muchos, yo he tratado inicialmente de engañar algo a la reclusión, y poderlo hacer con alguna excusa permitida: por ejemplo, qué bien, se me ha torcido una varilla de las gafas, tengo que salir a la óptica, está permitido y por los menos puedo andar tres kilómetros. Pero se acabó en seguida: soy población de riesgo, no solo por la edad, sino por mi historial médico, además de poder contagiar, no pasaría el más mínimo “triaje” en unas urgencias médicas, como se encargaron de recordarme mis más afines. Rara palabra esta de triaje, que se ha impuesto en el lenguaje de las urgencias hospitalarias, probablemente a partir del francés: “gare de triage”, “lieu de triage”. Triar como separar, elegir, existe en castellano, pero según Corominas y Pascual en su diccionario etimológico viene del catalán medieval, y les merece a los autores una documentadísima discusión [2]. En todo caso, volviendo a lo anterior, no es discutible, que, en la situación actual de las urgencias, yo no voy a ser “triada”. Pero no importa ahora, lo que importa es admitir que, si ha habido retraso de las medidas, cosa que parece probable, o al menos discutible, sería  normal, porque como apuntaba Fernando Vallespín hace unos días, “en una democracia hay que cargarse de razones para decretar medidas tan drásticas”, ya que estas, sin duda, limitan derechos ciudadanos. Esto no es China, aprovecho ya para decir, adelantando lo que voy a comentar en seguida.

[1] https://www.age-geografia.es/site/reflexiones-sobre-la-crisis-actual/

[2] Aun más documentada la columna en El País que ha dedicado a la cuestión Alex Grijelmo. https://elpais.com/ideas/2020-04-03/la-transformacion-del-triaje.html

Narrativas

Una de las cuestiones geográficas, o más bien de las narrativas geográficas, que quiero discutir aquí, es la de la población de más edad como población de riesgo. Una Europa envejecida es sin duda muy vulnerable a un virus oportunista cuya carga viral es mayor en caso de enfermedades previas, sobre todo pulmonares, pero también en otras. Lo que me llama la atención, en el segundo mes de la pandemia y en los primeros quince días de nuestra propia (¿primera?) cuarentena, es que esa idea, la de que solo los mayores serían las víctimas, pudiera haber contribuido bastante a restar importancia al riesgo, y, por tanto, a retrasar la toma de medidas de confinamiento. No lo digo con escándalo, yo misma me entretuve en hacer gracias (muy poco graciosas) del tipo: “no hay que preocuparse, solo nos moriremos los viejos”. Para el resto, será “una simple gripe”, una “gripinha” como sigue diciendo Bolsonaro.

Pero ocurre que esta minusvaloración inicial del riesgo, que conviene tener en cuenta cuando es patente el escándalo de la mortandad en las residencias de mayores, es muestra de una asunción tácita de que la vida de las personas ancianas y enfermas es prescindible. Para Francisco Balaguer se construyó así lo que califica de “narrativa insolidaria”. Como la letalidad consecuencia de la infección afectaba a los mayores, los efectos de la epidemia podían considerarse menos temibles. Quizá hubiera sido lógico, al contrario, considerar la crisis sanitaria más grave precisamente porque iba a afectar a personas vulnerables que debían ser objeto de especial atención. Balaguer concluye con una reflexión rotunda: “la economía y la tecnología se están convirtiendo en factores de legitimación que compiten con la Constitución en la construcción el espacio público”.[3] Pocos días después, Elvira Lindo se expresaba con un estilo más festivo y emotivo en forma similar: “Viejos muertos de miedo”. Si los viejos, como en realidad lo son los niños, hubieran sido los transmisores y no las potenciales víctimas, los habríamos mantenido a distancia.[4] Lo que estoy llamando narrativa, Boris Johnson la iba a convertir en la manifestación más patente del darwinismo social neoliberal: que se infecte todo el mundo y se inmunice y, los que en el proceso mueran, pues es que sobran. Hay que aceptar muchas muertes para que la población se inmunice. De hecho, algunos países como Holanda, Noruega, quizá Alemania, parecen haber procedido con esta lógica, pero de forma más responsable: confinemos a los mayores, puesto que son los más vulnerables, y dejemos a los demás. Quizá, ahora que todo se ha disparado, y hasta Johnson ha rectificado [y está ingresado él mismo], no tiene sentido esta reflexión más que para quiénes gustamos de entender cómo se construyen discursos y narrativas.

Aquí va otra construcción de narrativa que a medida que pasa el tiempo me parece más peligrosa: la demonización del culpable. El “virus chino”, dice todavía hoy Donald Trump, a sabiendas de cuánto le molesta a su rival esa adjudicación (no es la España de la gripe “española” que, pobre, tuvo que cargar para la historia con una enfermedad que había aparecido en su territorio, y quizá no haya que descartar a tenor de los acontecimientos, que nos vuelva a ocurrir lo mismo). Un virus no solo extranjero sino del enemigo comercial e industrial a quien EEUU no quiere ceder el liderazgo, ni en inteligencia artificial, ni en telecomunicaciones 5G, ni en energías renovables, ni en nada. Una rivalidad que marca la geopolítica mundial. En España, en la etapa preepidémica, se ha repetido hasta la saciedad que los chinos tenían la culpa por comer animales vivos, mostrando toda nuestra repugnancia hacia el famoso pangolín, ese mamífero de escamas, en el que habría mutado el virus desde algún murciélago. No es cosa de hablar aquí de cuántos episodios de mutaciones de virus que llegan a los humanos a través de especies animales estudian los microbiólogos y los virólogos. A mí me ha ilustrado particularmente el texto de mi amigo, el bioquímico y académico Francisco García Olmedo.[5] Ahora, China ha prohibido el mercado de animales vivos, para alimentación, eso sí, no la del mercado de animales con fines terapéuticos, que es una muy arraigada tradición en el país.

Pero resulta que los chinos parecen haber vencido al virus en un periodo record de dos meses, y lo que era reserva y suspicacia se ha tornado en admiración hacia su capacidad de gestionar la epidemia. Se discute, con la pasión que permite la conversación a distancia, si ha sido mejor la vía china, de medidas estrictas y confinamiento de 60 millones de personas en Wuhan y la provincia de Hubei, decretadas por un régimen autoritario; o la vía coreana de vigilancia digital, en un país democrático pero que adoptó medidas discutibles en relación con la privacidad. No faltaron antes sarcasmos e incredulidad sobre la construcción en Wuhan de un hospital de 2.000 camas en diez días. Ahora, en cambio, ese hospital se toma como referencia para elogiar la conversión de IFEMA de Madrid en un hospital provisional, con muchas camas, pero pocos médicos: preparamos, presume IFEMA en twitter, “la COP25 en 18 días, y este hospital en 18 horas”. Desde el punto de vista de la narrativa, lo que importa es cómo la demonización se está tornando en admiración por China, y en esta situación el país sabe vender muy bien su modelo de éxito. Vallespín advertía hace algunos días (en esta reclusión no acierto a saber si los días se me hacen cortos o largos) en el artículo antes citado, del verdadero peligro que entraña este viraje, la idea que podría estarse implantando de que los sistemas democráticos parecen menos preparados que los autoritarios para afrontar este tipo de crisis.[6]

El caso es que la pandemia está aquí, sobre todo en Italia y en España, y un responsable de la Cruz Roja china, a la cabeza de un equipo de médicos acudido en ayuda de Lombardía, se escandalizaba ante la irresponsabilidad que observaba en Milán y Bergamo respecto del confinamiento: seguían funcionando los transportes, había gente trabajando y se celebraban cenas y fiestas en los hoteles, presuntamente cerrados. Nada que no sepamos nosotros: en Madrid, el martes 3 de marzo, cuando se cerraron los centros de enseñanza, muchos, demasiados, vieron la ocasión de irse a las playas o a sus residencias secundarias, inconscientes de su condición de posibles transmisores; decretado ya el estado de alarma, cientos de bilbaínos huyeron en el puente de San José a sus residencias cántabras. Mientras unos extreman las medidas, otros se consienten a sí mismos, en un ejercicio evidente de falta de consideración y de responsabilidad.

[3] https://www.iustel.com/diario_del_derecho/noticia.asp?ref_iustel=1195862

https://elpais.com/elpais/2020/03/11/opinion/1583945045_702313.html

[4] https://elpais.com/elpais/2020/03/14/opinion/1584191426_943129.html

[5] https://www.revistadelibros.com/articulos/las-zoonosis-o-los-asesinos-naturales

[6] https://elpais.com/elpais/2020/03/21/opinion/1584794839_277839.html

Fronteras

Qué no daríamos por saber lo que los historiadores del futuro dirán de esta semana que estamos viviendo, se preguntaba el otro día Javier Sampedro (El País 20.3.20). Con razón, porque la historia nos juzgará por esta semana (estas semanas ya), no solo a los políticos, también a toda la sociedad. En esta primera semana la catástrofe nos ha rendido a la evidencia de nuestra fragilidad global y de lo que ha sido nuestra incapacidad de advertirla, o al menos de obrar en consecuencia. Orwell ya lo decía en 1945: ver lo que está delante de tus narices requiere un constante esfuerzo. Y mucho de eso ha pasado en Europa a todos los niveles. Se calificó de sonámbulos a aquellos líderes que caminaron hacia la Gran Guerra sin presagiarla, sumidos en sus dilemas existenciales. Algo semejante ha pasado ahora.

Lo evidente es que, cuando se ha reaccionado, la crisis ha reactivado en primera instancia las soberanías de los estados nación. Parece lógico que así sea. Se redescubre al Estado como gestor y administrador de los bienes y servicios públicos en momentos de incertidumbre y emergencia. Llama, en cambio la atención la ausencia (en esta primera etapa) de instituciones supranacionales y de respuestas globales, lo que entraña el peligro de que se incrementen los repliegues nacionalistas e identitarios.

El caso europeo está siendo particularmente grave. Como escribía Andrea Rizzi, la Unión Europea a sus 63 años se ha convertido en un sujeto político de riesgo, por incomparecencia e incapacidad de coordinar las respuestas nacionales. Aunque el Banco Central Europeo ha comprado títulos de deuda por valor de 750.000 millones de euros, la Comisión no se ha hecho todavía presente con un paquete de medidas económicas y fiscales. Tan sólo ha llegado a coordinar los cierres de fronteras, anulando temporalmente uno de los rasgos europeos más identitarios, la libre circulación en el espacio Schengen. El filósofo coreano residente en Berlín Byung-Chul Han, el autor de la Sociedad del Cansancio, no se priva de ironizar, como acostumbra, sobre ello: cerrar fronteras en los países europeos, ahora que nadie quiere venir, cuando la gente lo que quiere es salir de Europa, no deja de ser una sobreactuación, un ejercicio desesperado de soberanía.[7]

Es verdad que la Comisión europea no tiene competencias sanitarias, pero ello no justifica su ausencia total en la cuestión. Mientras tanto, y antes de que anunciara que ha cerrado una operación de compra masiva de material sanitario, China ha comparecido en apoyo de Italia con personal médico, mascarillas, respiradores y ¡hasta con el ejército rojo en Lombardía para desinfectar! No sé cómo se compadece esta generosidad con el mercado especulativo y agresivo que la propia China constituye para la demanda acuciante de instrumentos sanitarios por parte de las regiones europeas. Si Europa no comparece ante los ciudadanos europeos como parte de la mitigación y de la solución de la crisis, corre el riesgo de comprometer su existencia, su razón de ser en el imaginario de los ciudadanos europeos, de convertirse en una figura de segundo orden, como hace muy poco ha afirmado rotundamente el primer ministro italiano.

A su vez, en España, el estado de las Autonomías también se ve sometido a la primera gran prueba de resistencia, casi existencial. Las Comunidades Autónomas tienen transferidas todas las competencias de sanidad, y han hecho sus propias políticas al respecto. La Comunidad de Madrid, en concreto, se ha dedicado a la privatización de la sanidad y de su gestión durante los sucesivos gobiernos del Partido Popular, desde la primera presidencia de Esperanza Aguirre. Al declararse el estado de alarma, y radicarse el mando único en el gobierno de la nación, parecía lógico centralizar las compras de material médico, pero no se tuvo suficientemente en cuenta que un Ministerio de Sanidad vaciado, desposeído de la gestión, carecía de protocolos de compra y de capacidad administrativa en un mercado tan competitivo. Hay comunidades que no ocultan las tensiones pese a la profundidad de la crisis y la incertidumbre de lo que va a ocurrir. La Comunidad de Madrid, acuciada a la vez por la extraordinaria virulencia de la epidemia junto a un sistema sanitario recortado, reclama el derecho a proceder por su cuenta. Y el presidente de la Generalitat no quiere admitir más diálogo que el que pase por el confinamiento de Cataluña, como si esa Cataluña confinada de España prefigurara la independencia. Como la alcaldesa de Guayaquil que puso a los coches de policía en las pistas de aterrizaje para interferir la llegada de los aviones de repatriación, Torra reclama que la Unidad Militar de Emergencias, deje de desinfectar el aeropuerto del Prat y se dedique a impedir los aterrizajes. Y se da la estrafalaria incongruencia de que los diputados de los partidos independentistas no votaron a favor, el  25 de marzo, de la prolongación del estado de alarma porque querer mayor dureza en las medidas. Para tener más, se empieza por votar menos.

Yo confieso que lo que más me llama la atención en este estado de cosas, es que en ningún momento se haya planteado la solidaridad interterritorial de carácter institucional. Mientras los ciudadanos están siendo capaces de emprender múltiples iniciativas solidarias, no parece que las CCAA, “todavía” menos afectadas, estén dispuestas a acudir en apoyo de las “ya” más afectadas, Madrid, Cataluña y País Vasco, con médicos, respiradores y otro material indispensable, o con traslados de enfermos como en la centralizada Francia. Lo está diciendo en los últimos días el ministro, pero antes lo han repetido en vano los expertos. Las fronteras están muy presentes, parecen sólidas.

[7] https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html

Apocalipsis y democracia

Quiso la casualidad que, en la última semana de febrero, la última antes de que se hiciera patente la gravedad de la epidemia en Madrid y algunos otros puntos como Igualada o Vitoria, estuviera yo convocada a un festival de filosofía, organizado por La Máquina en Málaga, y dirigido por la filósofa Amelia Valcárcel, nada menos que con el título “apocalipsis y democracia”. Se trataba de hablar desde distintas perspectivas sobre cómo la idea del fin del mundo estaba presente en diferentes civilizaciones, y de discernir lo verdadero y lo real. Valcárcel había advertido que cuando una sociedad saca a la palestra la idea del fin es porque está a punto de tocarlo.[8]

El festival fue muy interesante y predominó entre los filósofos la advertencia contra el mucho humo y la excesiva fluidez y fragmentación en que han desembocado los pensamientos postmodernos. También se comentó mucho el cuidado con que había que manejar tanto los muy variados relativismos como la fascinación por el  transhumanismo. José Luis Villacañas constató cómo la euforia de la mundialización había desembocado en esta actualidad (aún sin pandemia en Europa) en la que parece que se quiere destruir la esperanza humana de encontrar la verdad en el debate público. Rosa Magda, por su parte, señaló que frente a la fragmentación interminable, el refugio en los discursos y lenguajes de lo identitario, la falsa seguridad de caudillos y líderes autoritarios, hay que replantear los conceptos innegociables de la democracia. Mientras Alicia Miyares reconocía que en la democracia podía darse, y se estaban dando, distopías, aunque no fuera responsabilidad de la propia democracia. Es posible que las democracias se vean algo coaccionadas por su necesaria imparcialidad antes muchas y fragmentadas demandas; pero no puede ocurrir que el discurso de los derechos se vea coartado por el de los deseos.

Carlos Thiebaut en un bello texto, que parte de la imagen del perro medio enterrado de Goya, anhelante, nos hizo reflexionar sobre cómo los humanos, destronados por fin de nuestro lugar de reyes de la creación, y convertidos en historia natural en la medida en que somos consciente de la huella (morfológica, depredadora e irreversible) que hemos dejado en la naturaleza, nos hemos descubierto como seres vulnerables y menesterosos que debemos practicar las virtudes de  responsabilidad, cuidado y humildad. Aunque no venga aquí al caso, lo que llamamos Antropoceno, porque están las huellas del género humano en la naturaleza, sería más bien, puestos a repartir responsabilidades, Capitaloceno ya que, en comparación con otras formas de habitar la tierra, ha sido sin duda el capitalismo el responsable de la gran escisión entre sociedad y naturaleza cosificando a esta y depredándola.

[8] https://www.latermicamalaga.com/la-termica-presenta-la-tercera-edicion-del-festival-filosofia-malaga/

El tablero de la pandemia, dos semanas después

Pasadas dos semanas de confinamiento, todo va muy deprisa, menos la propia reclusión. Los primeros países asiáticos afectados, China, Corea del Sur, Singapur, han salido de la epidemia a base de estricta disciplina y mucha vigilancia digital, manejo acelerado de big data, para identificar masivamente a los infectados o posibles infectados, siguiendo sus recorridos y sus contactos. No se puede comparar al régimen democrático de Corea del Sur con China, pero si discutir si sus métodos de inteligencia artificial aplicados a la trazabilidad de las personas han ofrecido todas las garantías debidas al derecho de privacidad.[9]

En Europa la situación va cada vez peor. Los primeros y mayores afectados están siendo en esta dos últimas semanas Italia (Lombardía) y España (con más extensión territorial, pero tres focos máximos que se mantienen desde el principio, Madrid a la cabeza, Cataluña y el País Vasco). Pero tampoco la pandemia preserva a la Europa central y nórdica. De Rusia y Europa oriental poco sabemos, salvo que Orbán en Hungría quiere aprovechar la ocasión para hacer permanente el estado de emergencia. Las instituciones europeas que deberían haberse hecho cargo de la pandemia desde un principio, siguen brillando por su ausencia, como por otra parte cualquier tipo de constitucionalismo supraestatal como reclamaba ya Luigi Ferrajoli en 2018. Para colmo, los países europeos ofrecen estadísticas muy distintas en su método, que empiezan a alimentar de nuevo narrativas sobre los que están siendo eficaces en el combate contra el virus y los que no lo están siendo: noticias contradictorias se suceden, pero parece que Francia contabiliza solo los muertos en los hospitales; Alemania atribuye a los muertos su patología previa y no la infección de coronavirus;  Holanda se ha aplicando a tener una estadística muy fidedigna de los contaminados,  multiplicando los tests. Sea lo que fuere, en España, por falta de pruebas, el número de infectados tomado como universo de referencia es bajo, lo que da lugar a una proporción de muertes altísima del 8 al 10%; lo mismo pasa en Italia.

El que no se aclare siempre por qué las estadísticas son incomparables, junto a la cuestión de cómo financiar la deuda, está en cierto modo resucitando en Europa el “descrédito” de los llamados en 2008 países PIGS, a pesar de que Portugal y Grecia aguantan bien. En el fracasado último encuentro del Consejo de Europa esta semana, Alemania y sobre todo Holanda, secundada por otros países del Norte más discretos, se negaron a la mutualización de la deuda, solicitada explícitamente por España y por Italia, con el apoyo de Francia. El presidente neerlandés se permitió sugerir que se investigara a España por no contar con suficientes recursos presupuestarios. “Repugnante”, no dudó el presidente portugués en calificar esta petición. En todo caso, de nuevo Norte y Sur en Europa, con la imagen de un Sur, de reputación cuestionada, descontrolado e ineficiente, y el fracaso de la cláusula de solidaridad del constitucionalismo europeo. La pandemia usada como coartada para hacer revivir una narrativa de fracciones.

No es mi intención detallar las distintas estrategias. Pero no se puede olvidar que, después de negar la evidencia del contagio, y optar por salvar el libre mercado aun a costa de “admitir” un número de muertes alto, tanto Trump como Johnson han reculado, resignándose este a los confinamientos, poniéndose el presidente americano a la cabeza de un país supuestamente en guerra y convirtiéndose en “epidemiólogo en jefe”, aunque no se ha privado de decir cosas del tenor de que más muertos había en las carreteras en un fin de semana, y que no por eso se requisaban los coches. Una vez producido este cambio rotundo de estrategia, el Senado de EEUU ha aprobado el mayor plan de estímulos de la historia, 2,2 billones de dólares distribuidos en ayudas a las familias y a las empresas. No sé si es suficientemente transparente cómo se dividen unas y otras partidas. Pero sí, que se ha puesto en marcha lo que Milton Friedman llamaba el helicóptero financiero, el ingreso de una cantidad de dinero mediante cheque en las cuentas de todos los particulares, con el fin de evitar su empobrecimiento y que reduzca su consumo.[10] No han faltado economistas en Europa para reclamar esta política.[11] De modo que en el dilema que plantea esta pandemia a los autoridades económicas de elegir entre salud y economía, casi todos se acaban viendo forzados a la primera opción. No falta la nota chusca de algunos senadores republicanos de edad avanzada, trumpistas recalcitrantes, que se han declarado dispuestos a morir (si hay que morir como en 1929)  por el libre mercado.

De modo que los cierres de fronteras en el mundo occidental son totales, resucitando viejas fronteras reales o pertenecientes al imaginario colectivo. Situación que conviene particularmente a China: invertidos los roles, cierra a su vez sus fronteras para evitar el contagio inverso, y se apresura a desempeñar un papel, a la vez de solidaridad y de suministrador mediante compra de todo tipo el material sanitario. Nos hemos enterado así de que ya no se produce nada de esto en nuestros países. Tiene China en esta ocasión muchas más oportunidades que EEUU de erigirse en el vencedor del proceso.

Estos rápidos acontecimientos y cambios de postura movidos por la imposibilidad de asumir los costes políticos de los contagios masivos, han llevado a algunos ensayistas a especular con que las medidas adoptadas podrían muy bien resultar a la postre inesperadamente sociales. Jorge Galindo, por ejemplo, ha señalado que quizá, al igual que la Segunda Guerra Mundial, trajo el Plan Marshall, sea esta pandemia la que nos deje algún tipo de renta básica. Y el geógrafo David Harvey, en un artículo del 20 de marzo[12], se aventuraba a decir que en los EEUU se podía dar “la ironía última de que las únicas medidas económicas y políticas [fueran] bastante más socialistas que cualquier cosa que pudiese proponer Bernard Sanders”. A lo que añade: “Esos programas de rescate tendrán que iniciarse bajo la égida de Donald Trump, el de Doing Great America Again”. 

[9] Sobre el manejo, parece que extraordinario, que Corea del Sur ha hecho de la epidemia, véase https://www.youtube.com/watch?v=xafPqcy3lwk&feature=youtu.be&utm_source=Fundaci%C3%B3n+Felipe+Gonz%C3%A1lez&utm_campaign=19cb4fb3ae-EMAIL_CAMPAIGN_2019_10_11_01_53_COPY_01&utm_medium=email&utm_term=0_40654a6129-19cb4fb3ae-115465457. La entrevista concedida por Bill Gates, que tiene la autoridad de su previsión de epidemia hecha en 2015, me parece también muy explicativa del curso que han llevado los acontecimientos, y de las soluciones de cada país, elogiando de nuevo la vía coreana. “Isolation and Test” ambos de forma extrema es la recomendación de Gates.

[10] https://www.positivemoney.eu/2020/03/helicopter-money-covid19-report/

[11] https://www.youtube.com/watch?time_continue=238&v=Xe8fIjxicoo&feature=emb_logo

[12] http://www.sinpermiso.info/textos/politica-anticapitalista-en-tiempos-de-covid-19

“Cuando termine esto”,¿cambiará algo”?

Parece existir cierto consenso entre pensadores muy diversos, y entre los mismos ciudadanos. sobre que “cuando acabe esto, nada será igual”. Cunde una impresión de cambio de época. Yo me cuento más bien entre los menos optimistas, primero hay que controlar el virus, después hay que reactivar la economía. Ni lo primero, ni lo segundo es fácil. Escribía hoy Daniel Garzón, en referencia a Uderzo el autor de los libros de Astérix: como los de la aldea gala. todos tememos que nos caiga el cielo sobre la cabeza”, lo que no sabemos, y por ello tememos, es de cuántas maneras nos puede caer.[13]

El texto de Harvey que he citado antes sobre el capitalismo (o el anticapitalismo) en época de coronavirus, es un texto, como es habitual en el autor, en que se hace primero un análisis teórico profundo de las formas de funcionamiento del capitalismo, y se termina después en un inventario empírico y bastante completo de las cosas que más podrían cambiar y que están en la mente de mucha gente. De lo primero, lo más interesante para mí es su demostración de que también, contra lo que podía creerse, esta crisis pandémica que supuestamente ataca igual a ricos que a pobres es, sin embargo, una fuente de profunda desigualdad en su consecuencias sociales y geográficas, en relación con clase, género, raza y etnia. También desde luego, como es ya bien sabido, con la edad, siendo, sobre todo, letal para los hombres de más 80 años con una patología previa. La opinión de Harvey es indiscutible. No es lo mismo el confinamiento para los que puedan aislarse que para que para aquellos que no lo pueden hacer, o solo lo pueden hacer en malas condiciones, tampoco para los que puedan dejar temporalmente el trabajo o la pequeña empresa que para los que no pueden. La pandemia masiva está todavía por llegar a África, particularmente vulnerable por su pobreza y falta de sistemas sanitarios, como continuamente advierte la OMS , solicitando la ayuda de los países ricos. No deja de ser posible, sin embargo, que juegue a favor del continente africano, el clima, la juventud de la población, así como la costumbre de enfrentarse a emergencias. Los mismos temores se albergan hacia  América latina con servicios tan desestructurados, mientras que en la India cuesta entender el enunciado mismo de que se mande confinar a 1.200 millones de personas, cuanto tantas de ellas no tienen casa o viven en la calle.

Sobre los posibles efectos positivos de la emergencia sanitaria, no faltan quienes piensan que puede ayudar en la lucha global contra el cambio climático. No estoy muy segura de que las actuales y patentes reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero se vayan a mantener, aunque sea reducidos, una vez pasada el confinamiento. No estoy segura de que sea aprendizaje suficiente. No cabe duda de que Estas semanas la disminución de vuelos y de circulación rodada así como de actividad industrial están dando lugar a extraordinarias reducciones de contaminación. Primero pudimos ver la imagen de China antes y después de las medidas restrictivas.

[13] https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585314261_090657.html

NASA

Fte NASA antes medidas y 1 de marzo 2020

Después, los datos europeos lo han confirmado. En la imagen de la Agencia Espacial Europea es claro el contraste entre los países que el día 16 ya habían tomado medidas de aislamiento y los que todavía no lo habían hecho. Ahora bien, es lícito dudar que esta reducción de la contaminación, consecuencia de la caída de la actividad económica, tenga un efecto duradero y coordinado. Como bien ha enfatizado Boaventura Sousa Santos, ¿significa esto que, a principios del siglo XXI, la única forma de evitar la cada vez más inminente catástrofe ecológica solo puede ser con destrucción de la vida humana? ¿Hace falta que se pare el mundo para que no contamine?

Agencia Espacial Europea

Fte.Agencia Espacial Europea 16.3.2020 16.4

Otro efecto que prevé Harvey es la reducción del sobreconsumismo de nuestras sociedades, de ese consumismo demencial que en nuestras sociedades representa casi el 70-80 % del mercado. Sin duda, en estas semanas de encierro por la COVID19 se está derrumbando el consumo. Pero también en este caso ¿se mantendrá la reduccióx cuanto esto pase? Y otra cosa, la introducción de la distancia social entre las personas, la supresión temporal de vida social o su ralentización, el trabajo telemático, la enseñanza virtual, ¿contribuirá todo ello a algún tipo de cambios culturales? ¿Será verdad que esa distancia social que guardan los japoneses en sus relaciones interpersonales, o incluso las costumbre de menos acercamiento físico entre los países del norte en relación con los del sur de Europa, han influido algo en la menor propagación del virus, y si es así, este hecho puede llevar a modificar hábitos culturales? No quiero terminar sin decir que David Harvey es el único de los que he leído que se atreve a escribir con todas sus letras algo que sabemos todos, y pocos decimos en alto. Que la sobreletalidad de los mayores va a tener efectos evidentes sobre la seguridad social y el régimen de las pensiones.

A todo lo anterior, ampliamente discutido estos días, me atrevo a añadir una previsión propia que también es una humilde esperanza: que las residencias de ancianos tal como las conocemos, al menos en España, que han resultado ser, por su confinamiento previo, verdaderas trampas mortales para residentes y cuidadores, se conviertan en un modelo caduco que hay que repensar enteramente. Por mencionar algo muy estudiado en historia de la medicina y geografía e historia de las ciudades, las epidemias y las consecutivas sobremortalidades del siglo XIX fueron, por razones de clase y de nivel de renta, tan escandalosas y dramáticas entre las clases trabajadoras y pobres que generaron movimientos higienistas y de salud que mucho tienen que ver con nuestros sistemas modernos. Ojalá ocurra algo parecido después de esta pandemia.

Añado un último deseo, en apariencia también de carácter menor, pero, en realidad fundamental para mí y creo que para todos. Desfilan en estos días de confinamiento por los programas generalistas de televisión y de radio consagrados al coronavirus, multitud de expertos, profesionales, científicos, humanistas, que saben de lo que hablan, que lo difunden bien, y que quieren que lo que dicen sirva para algo. Lo escribía hace unos días Antonio Muñoz Molina[14]: nos habíamos habituado a vivir en la niebla de la opinión, del desdén y banalización del conocimiento y en estos días están prevaleciendo las opiniones de expertos, de los que saben. Yo también lo había pensado con alivio, y casi automáticamente había reparado que, con la televisión a distancia, los nuevos conterturlios aparecen generalmente ante bibliotecas llenas de libros. Deseo fervorosamente que científicos y expertos sigan prevaleciendo para bien de todos dejando caduca la terrible expresión “basta de expertos” que alimentó al Brexit; que esa parte del partido republicano de EEUU que presume de despreciar las aportaciones de la ciencia y de escoger la impostura, reconozca las evidencias, los hechos científicos probados, o al menos deje de conspirar contra ellas. De esta enorme crisis que tantas víctimas se está cobrando, que quede al menos el compromiso de invertir mucho más en ciencia y en servicios públicos. Y por cierto, también, en el sector de los cuidados personales en general invisible Muchos de esos médicos y otros sanitarios son los mismos de las “mareas blancas” que en los inicios de este decenio recién manifestados se  manifestaban contra los recortes en sanidad. Son parte de ese sector público, que los criterios de la razón ilustrada, del liberalismo y del interés general fueron organizando en los dos últimos siglos, y que, ahora,  llegada la catástrofe exponen su salud y hacen valer su conocimiento y experiencia por nosotros.

Confío que en su momento llegarán muchos y pertinentes estudios de geógrafos sobre cómo se ha propagado la epidemia y cuáles han sido sus manifestaciones espaciotemporales y efectos.

Temo en cambio, a tenor de lo que están diciendo en los últimos días, que no se pueda confiar en que la mayor parte los políticos muestren sentido de estado y preocupación por el interés general y renuncien a hacer política partidista cuando de hecho no tienen soluciones que proponer. ¿Cuánto han tardado en avergonzarnos de nuevo? se pregunta Elvira Lindo en El País de hoy domingo 29 de marzo. Apenas unos días.

El desarrollo de la crisis está en cierto modo “desglobalizando” el mundo o restando aceleración al proceso. Quiza sea pasajero, pero lo que no debemos consentir es que en nuestros países se retroceda en democracia. En los momentos de crisis es fácil que se baje la guardia en relación con los abusos de autoridad o los abusos contra la privacidad. Tenemos que estar atentos. Confiemos en que los procesos pandémicos y las medidas que se toman contra ellos no alienten los miedos que conducen a los populismos. ¿Cambiará algo, cuando esto se termine?

[14] https://enpositivo.com/2020/03/las-voces-que-prevalecen-de-personas-que-saben-antonio-munoz-molina/

Josefina Gómez Mendoza

29 marzo 2019

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