“Topografía del Terror” es el nombre actual de la zona de Berlín en la que se encontraban entre 1933 y 1945, los cuarteles generales de los principales organismos nazis encargados de la persecución y de la represión: la Gestapo, policía secreta de Estado, las SS y su servicio de Seguridad (SD), así como a partir de 1939, la Oficina Central de Seguridad del Tercer Reich. (RSHA). Está en el centro de la ciudad cerca de la Postdam Platz y de la Anhalter Banhof y se halla comprendida entre Leipzigerstrasse (antes Prinz-Albrecht-Strasse) al Norte, la Wilhemtrasse al Este, la Anhalter Strasse al Sur, y la Stresemanstrasse (en el periodo nazi y a partir de 1935 fue la Starrlandstrasse) al oeste. Todos estos edificios y los colindantes fueron duramente bombardeados por la aviación aliada durante la Segunda Guerra Mundial, y muy dañados; en 1956, fueron totalmente demolidos y historia parecía condenada al olvido.
No ha sido ni mucho menos así. El conglomerado del Terror del Tercer Reich volvió a entrar en la conciencia colectiva a partir de 1970, y en 1987 se abrió una primera Topografía al lado del Martin-Gropius-Bau como parte de las celebraciones del 750 aniversario de Berlín y de las exposiciones sobre su historia. Por primera vez se documentaban y situaban en su contexto las huellas urbanas de la Gestapo, las SS y de la Oficina Central de Seguridad del Reich. Se organizó una visita sobre el terreno de los distintos lugares con la ayuda de paneles que informaban sobre los crímenes nazis, y así permaneció hasta 1997 en que empezó la construcción del nuevo centro de documentación que se ha abierto al público en verano de 2010 y que es obra de la arquitecta Ursula Wilms y del paisajista Heinz Hallman. Se trata de un edificio de planta cuadrada, muy transparente, que en la planta alta alberga la exposición mientras en la baja se ha instalado un impresionante centro de documentación muy rico en fondos y totalmente accesible. Con la ayuda de material fotográfico, de documentos facsímiles y de paneles se van siguiendo las diferentes etapas de la exhibición: toma del poder por los Nacionalsocialistas; las instituciones de terror (Gestapo y SS); Terror, Persecución y Exterminio durante el Tercer Reich; SS y Oficina Central de Seguridad del Reich en los países ocupados; y, por último, fin de la guerra y postguera. En el exterior se sigue realizando la visita a los vestigios de los edificios, algunos de los cuales se han excavado como las celdas de la Gestapo. Se conserva incorporado un trozo del muro de Berlín en la Wilhelmstrasse. (topografía del terror)
Para el régimen nazi la arquitectura y el diseño urbano eran elementos sobresalientes con el fin de proyectar una imagen exterior y de exhibir su poder. Tras “la capital del movimiento”, Munich, tras Nüremberg, “la ciudad de las convenciones” nacional-socialistas, los proyectos arquitectónicos se trasladaron a Berlín para convertirla en la gran capital del Tercer Reich. Al principio se trató de edificios individuales con evidentes fines propagandísticos: la ampliación del Banco del Reich en el centro de la ciudad (1934), la construcción en 1935-1936 del monumental Ministerio del Aire en la Wilhelmstrassse, a iniciativa de Göring, el comandante supremo de la Luftwaffe; el mismo años se empezó a construir la espectacular terminal del aeropuerto de Tempelhof, el mayor edificio del mundo hasta la construcción del Pentágono, que forma, con sus edificios adyacentes un semicírculo de más de un kilómetros de longitud, “la madre de todos los aeropuertos” en palabras de Forster; y también las instalaciones olímpicas de Charlottenburgo: las dos últimas obras pertenecían ya al estudio del arquitecto por excelencia del III Reich, Albert Speer.
Recuerdo la pasión con que me prestó hace unos años mi compañero Fernando Allende las Memorias de Speer. Es verdad que hacen justicia al comentario de uno de los testigos del juicio de Nüremberg en el que se condenó a Speer a 20 años: “Ahora tendrá la oportunidad de escribir su autobiografía. Serán las únicas del Tercer Reich que, siendo de gran valor, invitarán a la lectura”. En la primavera de 1933, nada más llegar Hitler al poder, se había instalado la Gestapo en la Escuela de Artes y Oficios d en Prinz Albrecht Strasse 8; pocos meses después el edificio contiguo se convertía en la sede central de las SS. Y en los años siguientes los respectivos responsables Reinhard Heydrichy o Heinrich Himmler fueron ampliando los edificios y extendiendo las instalaciones a los adyacentes. Pero no consiguieron de Speer que incluyera nuevas construcciones paras sus instituciones represivas en el imponente proyecto de “diseño del nuevo Berlín”: un eje Norte- Sur de 7 km de largo, concebido como “fastuoso bulevar” a cuyos dos lados se instalarían los edificios más emblemáticos y suntuosos de la capital; terminaba en el arco de triunfo del eje transversal del aeropuerto de Tempelhof, como entrada a la nueva capital. Con la ley para el “Nuevo diseño de las ciudades alemanas” se habían puesto los cimientos de una edificación a gran escala. La realización de los planes de extensión de la capital, la futura “Germania”, metrópolis de un gran Reich Germánico, suponía la desaparición de calles enteras, y la destrucción parcial de varios distritos de Berlín. Iniciadas las demoliciones en 1938, realojados los habitantes expulsados en las viviendas de las que habían sido arrancados los judíos tras el pogrom de noviembre 1938 (lo que se llamó la Judenwohnungen), declarada por decreto de 1939 la absoluta prioridad de las edificaciones del eje norte-sur y finalizado por Speer en 1941 un “programa de Acción Inmediata del Führer”, solo el desarrollo de la guerra y la derrota impidieron la consumación del plan. Ni la Gestapo, ni las SS habían conseguido construir los nuevos edificios que reclamaban, y sí solo extender sus monumentales construcciones en la manzana del terror y excavar galerías de celdas para los detenidos.
En anteriores visitas a Berlín, la primera en 2006 con los amigos de la Sociedad Geográfica Española y con Elena Arnedo y Fernando Terán, la segunda para un congreso den la Freie Universität en 2009 con mi compañera Concha Sanz, nos había sobrecogido en particular el Monumento del Holocausto de Eisenman, con sus calles y estelas de hormigón a la salida de la Puerta de Brandeburgo, al pie de esos edificios que la flanquean y que ilustran tan bien la “reconstrucción crítica” que se ha pretendido hacer en Berlín. Los edificios originales no han sido copiados sino que han inspirado una construcción racional con numerosas diferencias respecto de los originales. También nos conmovió el interior del edificio de la Nueva Guardia, la Neue Wache, en el bulevar Under der Linden, reconstruido como edificio circular con un óculo o luz exterior. Durante la República Democrática se colocó en su interior un espeluznante monumento a las víctimas del fascismo y del militarismo, sustituido tras la reunificación por la estremecedora escultura de la madre con hijo muerto de Kollowitz, la llamada Pietà Kollowitz.
Ahora, en el Berlín nevado de marzo 2013, el recorrido por la Topografía del Terror no ha sido menos emocionante. Pero además muy instructivo. Impresiona el enorme esfuerzo realizado -de todo tipo, pero sobre todo de investigación y divulgación- para poner al alcance de los 900.000 visitantes del año 2012 el testimonio detallado, localizado, reconstruido y personalizado en sus protagonistas del horror, esa memoria histórica de una etapa de terror y de quienes la ejercieron. Como bien se dice en el Catálogo de la exposición interior: «Como “lugar de los perpetradores”, la Topografía del Terror cumple una función especial entre los numerosos lugares, monumentos y museos que conmemoran en Berlín en la actualidad la era del Nacional Socialismo. Situado en el centro de la capital, suministra información como auténtico “lugar”, acerca de los cuarteles generales de las SS Nacional Socialistas y de la policía estatal y también de las dimensiones europeas del reino nazi del Terror ». (sitio histórico)
En el ámbito del Tempelhof, (demasiado urbano para seguir como aeropuerto de modo que ya ha sido cerrado como tal), se están también llevando a cabo cambios de repercusión internacional en el terreno de las recuperaciones de aeropuertos: su conversión en un gran parque público. Tuve ocasión de constatar, en esta última estancia, en la que asistí a un coloquio internacional de espacios urbanos abiertos (por cierto en el Instituto Italiano de Cultura, y por tanto al lado del Tiergarten), que el proyecto de transformación en parque es materia sensible sobre la que los berlineses polemizan muchísimo. Existe incluso un desconcertante proyecto que piensa en construir la montaña (The Berg) de Humboldt de la Geografía de la Plantas, reproducción de los pisos de vegetación y colocando una figura humana (¿el Humboldt del Chimborazo?) arriba: la extravagancia ha quedado en todo caso reducida de más de 1.000 m a 60m, es decir del esquí a la escalada , pero todavía no ha sido desechada. En todo caso, los berlineses ya ocupan el enorme espacio abierto de Tempelhof en espera de que se haga el proyecto definitivo. Un relieve en Berlín, si, pero no el Matterhon (el Cervino), ironiza el Spiegel
Al margen de la anécdota, la Topografia del Terror me ha dejado muy pensativa en relación con las formas en que se puede manejar la memoria histórica, y la obligación que se tiene de tratarla con veracidad, con profundidad y con visibilidad. Casi no hace falta que mencione, en contraposición, cuán diferentes es la situación española.
Por ejemplo, no hace falta que hable del carácter de la Fundación Nacional Francisco Franco. Todo el que quiera puede consultar su página web y ver cuál es su último comentario editorial (o el penúltimo, o el antepenúltimo, o el anterior, son todos sin excepción del mismo corte: “treinta y seis años contemplan la autodestrucción de una Nación, la desvertebración de un pueblo […] como consecuencia de una transición política exógena, impuesta con treinta años de retraso por las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial”). Lo más grave es que la Fundación custodia un archivo de más de 30.000 documentos que, según dice en su web, “se han puesto a disposición de los historiadores, investigadores, periodistas y alumnos que preparan su tesis, a través de la página web o directamente en las oficinas de la propia sede”. Al margen de que se pueda dar a un archivo de jefe de Estado la consideración de particular, es bien sabido que el acceso a los fondos está muy restringido. Ya lo escribía Javier Tusell hace bastantes años recordando que solo el vicepresidente de la Fundación y académico de la Historia, Luis Suárez, había tenido realmente la posibilidad de consultarlos con detenimiento. La propia fundación lo reconoce al no incluir, pese a sus palabras, vía alguna de acceso a través de la web, y al admitir que el archivo ha sido consultado “por más de cuatrocientos investigadores de diversas nacionalidades”, lo que supone el escaso número de menos de 11 investigadores al año; también al especificar que ha contado durante cuatro convocatorias consecutivas con la ayuda de la Dirección General del Libro para la catalogación de sus fondos no habiendo entregado en contrapartida más que una copia en microfilm de los mismos, que puede consultarse en el Archivo Histórico Nacional.
Dice Manuel Vicent refiriéndose al Valle de los Caídos en Cuelgamuros que sería inimaginable que Hitler tuviera a cincuenta kilómetros de Berlín una tumba faraónica como lugar de peregrinación o que Mussolini estuviera enterrado en la plaza Venecia de Roma en el imponente “pastel de mármol” a espaldas del Foro (Vicent, Manuel: El azar de la mujer rubia, Alfaguara, 2013: 75). Como es sabido en el último año del gobierno de Rodríguez Zapatero, el ministro de la Presidencia Ramón Jáuregui presidió una comisión de expertos que dictaminó sobre la situación del monumento de Cuelgamuros, cerrado largo tiempo por su mal estado.
En el informe que fue firmado por todos los miembros de la Comisión (a excepción de la recomendación de desplazar los restos de Franco que mereció el voto particular contrario de tres de los miembros), se reconoce el Valle de los Caídos como “lugar de memoria de todas las víctimas” con “igualdad y centralidad entre las mismas,” y se establece la necesidad de “resignificar todo el conjunto”: “La centralidad de la víctima, de todas las víctimas, obliga a resignificar un espacio concebido para significar a unas e invisibilizar a otras”: en efecto el decreto de creación de 1957 lo define como “un magno monumento destinado a perpetuar la memoria de los caídos en la Guerra de Liberación”.
Los instrumentos para esa resignificación consisten entre otras cosas en el establecimiento de un centro de interpretación, un programa de investigación sobre el Valle, la dignificación de los enterramientos. Como parte también de la misma, la Comisión recomienda que los restos del general Franco sean trasladados al lugar que decida la familia, o en su caso al lugar que sea considerado más digno y adecuado. Este es el extremo que no suscribieron tres miembros de la comisión, argumentando que no había precedentes de una exhumación y traslado de estos de un Jefe del Estado.
Los expertos de la Comisión y el Ministro que entregaron su informe poco antes de que fuera sustituido el gobierno del PSOE, confiaban en que el nuevo gobierno del PP no metiera el informe en un cajón. Como evidentemente así ha sido. Uno de los más directamente involucrados en la cuestión y mejores conocedores de la misma, el gran historiador Nicolás Sánchez Albornoz, que protagonizó junto con Manuel Lamana la única huida con éxito de presos en trabajos forzados en Cuelgamuros el 8 de agosto de 1948, manifiesta su indignación por la desidia que según él habían mostrado los gobiernos socialistas de Rodríguez Zapatero no resolviendo la cuestión. “Han tenido ocho años y una ocasión de oro con la Ley de Memoria Histórica. Han hecho el ridículo”, afirma de modo terminante. Le gusta el informe de los expertos y también él piensa que lo sensato en el caso de Franco es entregárselo a la familia. “No soy como Angela Merkel que ha tirado al mar las cenizas del lugarteniente de Hitler”.
Solo me queda sumarme a sus clarividentes palabras: Mientras pasan los años sin que nadie tome una decisión, lo mejor es “confíar en la naturaleza. Que haga lo que tenga que hacer sobre ese atentado ecológico”…e histórico. (El País, domingo 4 de diciembre 2011)
Recuerdo mi impresión de sobrecogimiento al recordar en aquellos lugares los hechos históricos que no pueden dejar de avergonzar a Alemania y también a Europa, y a la vez el profundo respeto por los alemanes actuales que muestran claramente su realidad histórica, un «patrimonio» vergonzoso cuya contemplación produce asombro y verdadero miedo a las derivas nacionalistas que tantos males han traido a los viejos paises europeos.
El «Valle de los Caídos» uno de los valles más desconocidos y bellos del Guadarrama, no merecía realmente convertirse en una tumba, ni cambiar su nombre guadarrameño, ni la profunda transformación de su nava y risco granítico. No obstante, destruir lo que se ha hecho no le devolvería ya su belleza natural.
No le devolvería la belleza natural que tan bien describes, pero ayudaría, como le decía a Fernando Martín antes, a que nos sientiéramos reconcialiados ética y estéticamente. Es verdad que comentamos mucho en Berlín, pero también en Buchenwald, con qué respeto y desnudez sobrecogedoras se presentan todas los territorios del horrro nazi. Aparte de eso, ¡qué bien lo pasamos!
Cuelgamuros, en su formato actual, es un fenómeno imperdonable; como la fundación FFranco; como lo son, también, otras instituciones rancias que andan por ahí sueltas y las amparan y jalean, a ellas y a todo lo que representan. ¡Enhorabuena por el artículo! Como todos, en un sutil equilibrio entre erudito y ameno. Un beso, Andrés
Jo, viniendo de tí eso del sutil equilibrio me lo tomo como un elogio. Gracias por leerme. Y no sabes cuánta instituciones rancias hay por ahí. Yo conozco alguna, ¿verdad? A ver si la exuberante primavera se lo lleva por delante. Un beso.
¡Que curiosas coincidencias tiene la vida!.
Hace años vengo trabajando, eso sí, a trompicones, el tema de la recuperación, conservación y puesta en valor del patrimonio de la Guerra Civil Española y en estos momentos tengo a dos muy buenas alumnas de turismo realizando trabajos de fin de grado en este sentido que, espero, generen resultados dignos. Así que la noticia me viene «al pelo».
Creo que son muchos los motivos de interés del tema: mantener activa la memoria histórica, las posibilidades pedagógicas que un tratamiento adecuado de este legado ofrece para formar a las nuevas generaciones en valores (paz, respecto…) y también desde el punto de vista del desarrollo de los territorios y los pueblos.
Las reflexiones de Josefina, sobre todo en torno a las diferencias entre las concepciones de Berlineses y las citadas instituciones españolas, me hacen recordar la siguiente historia:
Hace seis años redactamos el Plan de Dinamización Turística de Guadarrama, que fue ejecutado entre 2010 y 2012. En él planteamos, como uno de los ejes centrales de actuación, la recuperación de patrimonio de la guerra civil. El objetivo era, considerando la excesiva proliferación en España de iniciativas turísticas basadas en argumentos convencionales, que Guadarrama se especializara en este ámbito desde la perspectiva turística. El proyecto descansaba en la riqueza de restos materiales e inmateriales de la guerra (trincheras, nidos de ametralladora, depósitos de municiones, puestos de observación, además de otro patrimonio material e inmaterial, núcleo urbano reconstruido con el programa “Regiones Devastadas”…), puesto que durante años allí se localizó uno de los frentes de la Batalla de Madrid.
Lo más interesante del caso en que el día que expusimos las propuestas de actuación al Pleno Municipal la Concejala de Cultura (?) se escandalizó sobremanera con la propuesta y señaló que de ninguna manera permitiría una actuación en tal sentido. La cosa quedo en suspenso hasta las últimas elecciones locales porque, aunque volvió a ganar el PP, la concejala en cuestión no formó parte del gobierno municipal y su sustituto no se opuso al proyecto. El argumento esgrimido para tan tajante decisión de la concejala fue que la guerra era todavía muy reciente y que en el pueblo se mantenía múltiples conflictos latentes. En consecuencia, según esta señora era mejor no «menear la bicha».
Aquello me dio que pensar y concluir que, al margen de los problemas personales de la concejala, de sus fobias, miedos personales y escasa inteligencia mostrada, buena parte de las personas de generaciones que hoy tienen por encima de los 50 años todavía no son capaces de adoptar una visión adecuada de la cuestión que no implique olvidar sino todo lo contrario: recordar con inteligencia.
El tiempo, finalmente, parece que corre a favor, al menos en un aspecto: en los últimos años se multiplican en España, de forma exponencial y especialmente en Levante, Cataluña, Andalucía y Aragón, iniciativas de puesta en valor de este patrimonio que, en su mayor parte, se llevan a cabo con sumo respecto y rigor histórico. Esto no significa que exista una parte de nuestra sociedad (ideológicamente calificable como “Ultracentro”, en palabras del “Gran Wyoming”), que se siga manteniendo en los disparates de la derecha ultramontana. Pero creo, sobre todo deseo creer, que estos planteamientos serán cada vez más minoritarios y que mantener la tensión al respecto ayudará a que cuestiones como Cuelgamuros y el Archivo gestionado por la Fundación de marras sean resueltas de forma satisfactoria.
Muchas gracias por la noticia. En primer lugar me produce envidia cochina, porque es el resultado, entre otras cuestiones, de algunos viajes a Berlín, ciudad que no conozco. Además, por sus implicaciones urbanas, arquitectónicas, históricas, de desarrollo y turísticas, así como por las aportaciones gráficas y cartográficas me parece que da mucho juego para la reflexión desde múltiples perspectivas. En consecuencia, si se mantiene en la web hasta el año que viene y a la autora no le parece mal, la incluiré como material de debate en los seminarios semanales que realizo con los alumnos de turismo dedicados a profundizar en experiencias de en valor de patrimonio territorial.
Fíjate, Fernando, que yo estuve pensando el otro día lo mismo que tú dices sobre la necesidad de que estén estudiados y señalados algunos itinerarios sobre la guerra civil. Lo pensé porque estuvimos enseñando, Gonzalo Madrazo, Ángela García Carballo y yo el Norte y Oeste de Madrid, Pardo, Casa de Campo, Ciudad Universitaria, Princesa, etc. a Paul Arnould, el geógrafo francés y su mujer, y hablábamos de dónde etaba el frente, del Cuartel de la Montaña, y demás. También del horroroso Arco (Triunfal) de Moncloa, el año en que se construyó, el texto que llevaba, etc. Y es verdad que es una necesidad que esté reflejado y valorado con objetividad.
Gracias por tu aportación. Desde luego que puedes utilizar este post y sus fotos como quieras. Tengo que colgar un pequeño archivo adicional de fotografías con las que hice en el propio museo. Y espero que algun día nos volvamos a sentir identificados y serenos, ética y estéticamente ,en Cuelgamuros, que como dice Concha Sanz, es (era) un valle precioso. En cuanto a Berlín, ni lo dudes, hay billetes muy baratos y para tus intereses da muchisimo de sí.
Bueno más vale tarde que nunca. Acabo de leer el texto pensando en las ganas que tengo de conocer Berlín. Se me ha cruado con las diferentes sensaciones y valoraciones que nos asaltaron el pasado domingo recorriendo Cuelgamuros y vieno sus visitantes….El paseo lo dimos Angela, Gonalo y yo para ver de cerca su repoblación (tema que ahora nos ocupa).. Nada que ver con Berlín
Hola, Ester. Me encanta leerte por aquí. Respecto a las diferencias, los alemanes han hecho una serie de tv que se llama creo «Nuestros padres, nuestras madres» que aquí retransmite de momento Canal+ como «Hijos del Tercer Reich» en los que se muestran los horrores de la guerra desde las perspectivas de una pandilla de jóvenes alemanes que la hacían con desigual grado, no de implicación, pero sí de convencimiento. Es terrible y es admirable el valor que han puesto al hacerla. Ya ves, como tú dices, Cuelgamuros, Valle de los Caídos y sus visitantes. Para nada se cumple la ley de la Memoria Histórica, pero además el suave informe que hicieron los expertos durante los últimos meses del gobierno Zapatero, se ha debido de tirar a la basura. Y eso que fue aprobado por unanimidad a excepción de lo de la retirada de los restos de Franco que tuvo dos abstenciones.
Respecto a las repoblaciones, me divierte, por no decir otra cosa, su sino, y cómo vemos ciclos de intervención humana en territorios y paisajes. Allí se repobló, no descarto que algún día se despueble: en nuestro reciente viaje al Parque de los volcanes en el Massif Central, todos los planes de intervención pasan por cortar los árboles en masa, ya que los plantados por el Servicio Forestal han crecido tanto que han tapado los cráteres de los volcanes. Conclusión: contradicciones de las necesidades sociales y culturales! Besos